22 marzo 2023

MEMORIAS DE UN AFICIONADO AL CÓMIC: La Arcadia en las páginas de un tebeo.


Cuando era pequeño, la historieta no tenía más valor que servir de puente hacia un mundo imaginario, pero, tan intensamente que podía asegurar por aquel entonces que era real. Así, las aventuras leídas pasaban a ser verdad y hasta se recreaban en los juegos con los compañeros que también las habían conocido en las páginas de los tebeos que habían aparecido esa semana. Por ello, después de repartirnos los papeles, todos sabíamos cómo cruzar el puente de un mundo imaginario y cómo acabar un lance felizmente sin que mediase el menor ensayo.

 Sin embargo, según fuimos creciendo, las historias dibujadas dejaron de tener esa preeminencia que habían tenido siempre porque las necesidades trascendentes de la vida reclamaron un hueco ineludible. Por desgracia, lo que contaban los guionistas ya no representaba esa pasarela hacia el mundo fantástico que veíamos anteriormente por el simple hecho de haber crecido.

 Entonces, un día, cuando ya no tenía el menor interés en leer tebeos porque eran muy pueriles, mi hermana mayor me descubrió que no todos eran como los que todavía conservábamos en casa como nuestro tesoro particular. Había otros como Príncipe Valiente o Flash Gordon, nombres que jamás había oído, que eran muy buenos, según dijo.

 Al día siguiente, me fui a una de aquellas tiendas de venta de segunda mano, tan habituales en los años intermedios de la década de los sesenta del siglo precedente. Lo hice sin que tuviese grandes esperanzas de encontrar aquellos personajes que conscientemente jamás había advertido. Pero sí. Había algunos ejemplares de Flash Gordon, el héroe del espacio, que lo situaban en Ganímedes, la luna de Júpiter, donde el protagonista se enfrentaba a unos seres con aspecto de sátiros que pertenecían a la mitología clásica. 

Uno de aquellos episodios que compré contaba la historia de una lucha entre Flash y un ser venido de un planeta que tenía la facultad de introducirse en el cuerpo de otros seres vivos. Con respecto a lo que había leído hasta ese momento, se trataba de un guion con una trama y un desenlace inteligente, por lo que ese medio compuesto de textos e ilustraciones me atrapó por siempre.

 Poco a poco fui reuniendo un cúmulo de tebeos de héroes cuyos nombres pertenecían al mundo anglosajón y fui descubriendo que su origen estaba en los periódicos norteamericanos. De esta manera, Rip Kirby, Big Ben Bolt, Johnny Hazard, El Hombre Enmascarado y sobre todo Príncipe Valiente, pasaron a formar parte de mi vida.

La calidad de los dibujos de todos ellos hizo que advirtiese una excelencia artística que jamás había imaginado, con lo que se me despertó el sentido estético.

El interés del guion, y la manera de narrar una historia, me proporcionó la perspectiva suficiente como para saber que en aquel medio de comunicación de masas se podía contar con un extraordinario modo de entretenimiento.

Por ambos conceptos: el dibujo y el guion, esos tebeos tenían un enfoque más cualitativo que cualquiera de lo que nunca hubiese visto en los tebeos españoles. 

Además, cuando ya no eres un niño necesitas identificarte con lo narrado en historias más complejas que te transporten al mundo de los adultos, ese espacio que existe antes de cruzar el puente, en el que se te obliga a vivir a pesar tuyo durante el resto de tu vida.

José Antonio Ortega Anguiano.

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